Transición, austeridad u oportunidad perdida

Política ficción



Saúl Díaz Parra



El más irreprochable de los vicios es hacer el mal por necedad.
Charles Baudelarie

Está a punto de comenzar la transición política del estado y con, ello el fin de todo un régimen, de toda una manera institucional de hacer las cosas. Viéndolo bien, es uno de los escasos logros a festejar en este Bicentenario y Centenario tan gris que hemos vivido, tanto en lo político y lo económico como en todo lo demás. El logro absoluto es éste: luego de cien años de los gobiernos autoritarios emanados de la revolución, el sufragio venció a todas las mapacherías y cochupos para finalmente ser efectivo, ante una participación electoral masiva, vaya ejemplo oaxaqueño para la nación. Ahora vemos, hasta con un poco de nostalgia, pena ajena y tristeza, la salida poco digna de este régimen, el cual derrocha dinero de unas arcas, que a todas luces parecen vacías, en una millonaria campaña de publicidad que pretende en un mes, a base de repetición hipnótica, limpiar una imagen que es imposible de lavar por lo percudida que se encuentra. Hay poco que hacer al respecto, el veredicto del voto fue muy claro, la gente está cansada de que se le de atole con el dedo. Y así, la administración saliente trata de vender y revender una imagen de que el estado, “pese a algunos grupos que intentaron desestabilizar”, progresó, cuando es palpable y a primera vista el deterioro en que el próximo gobernador heredará al aparato gubernamental. Resulta irónico visitar las dependencias de gobierno para darse cuenta de que en muchas no hay ni siquiera dinero para agua de garrafón o copias, y peor, en otras instituciones, de vital importancia para el acontecer civil, tal como la Junta de Conciliación y Arbitraje, ni siquiera hay dinero para pagar el recibo de luz. Ya no hablemos de la Comisión Estatal de la Juventud, cuyo director por aspiraciones políticas la dejó desde hace meses en completo abandono y ahora el edifico parece, más que un elefante blanco, un edificio de un cuento fantasma. Aún así, en un intento desesperado, el gobierno ulisista pretende limpiar una imagen, que no se limpiará ni con las aguas de las lluvias torrenciales que azotaron este año y contribuyeron a dejar al estado en un verdadero destino caótico, con la red de carreteras destrozadas y varias comunidades con latente peligro de desmoronarse, como sucedió con Tlahuitoltepec.





El remedio



Sin duda, el remedio de todos estos males, será el que comiencen a fluir los recursos de manera puntual en la siguiente administración, los cuales sirvan para lubricar el aparato lleno de óxido, y a punto del colapso.

Pero esto no será tan difícil, una vez fluyendo el nuevo recurso, a final de cuentas, lo más importante está en cambiar de raíz las estructuras del poder que por años han sumido a Oaxaca en la pobreza y el despilfarro, y en este sentido, los ciudadanos haríamos bien en recordar a Gabino Cué su promesa de campaña de austeridad republicana. No es sólo que el gobernador deje de gastar dinero, sino que a diferencia de su repudiado antecesor, maneje bien los millonarios recursos que recibirá la entidad y los dedique a sus verdaderas prioridades. No es sólo el hecho de dejar de construir techados de auditorios millonarios, innecesarios y de pésima calidad, (pues se rompen) ni de no construir fuentes en el parque el Llano de la ciudad de Oaxaca, las cuales serán bonitas decoraciones, pero no son prioridades para un estado con tantas y tan graves carencias. Si Gabino quiere (y tiene posibilidades) de ser el primer oaxaqueño presidenciable desde Díaz o Vasconcelos, tiene que hacer un óptimo uso de los recursos y destinar cada peso de presupuesto en combatir la pobreza imperante que carcome el tejido social. De lo contrario, pasará a ser, al igual que Fox, una oportunidad perdida. A bientot!!……



P.D. Habría que sancionar penalmente a todos los que se llenaron las bolsas con el erario público; caiga quien caiga.

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