Palabrería: “El destino” en La Familia de Pascual Duarte

Palabrería

“El destino” en La Familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela[1].

Jesús Rito García





Como en Don Álvaro o la fuerza del sino, o El Lazarillo de Tormes, el protagonista lleva consigo la carga del destino, o un determinismo social que lo obliga a seguir la ruta de su sangre.
            Pascual Duarte no puede cambiar o decidir su sino; lo lleva a cuestas; como Lázaro de Tormes. Lázaro nos describe su origen, que será el surtidor de sus acciones futuras, lo mismo sucede con Pascual Duarte, en los primeros capítulos nos describe cómo “El destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte”[2]. Su origen será el mismo detonante que determinará su destino.
            Desde las primeras líneas se nos plantea el destino como parte significativa de la historia. El destino juega un papel primordial en la obra y en el personaje; no solamente él tendrá que ajustarse a su destino; toda su familia seguirá la misma ruta de rencores y odios o de naturaleza salvaje, todo el tiempo ronda la sangre y la muerte, al igual que la pobreza evidente y la lucha constante por sobrevivir.
Por este motivo, se puede suponer el por qué, de la muerte de don Jesús González Conde de Torremejía. En su dedicatoria a sus memorias, Pascual Duarte precisamente dedica este texto al Conde y en las primeras páginas hace un marcado aislamiento social de esta persona y Pascual “Hay hombres que se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres por el que se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas”[3]  y más adelante se menciona a este personaje que aparecerá en algunas ocasiones como ejemplo para los demás hombres del pueblo y de su evidente posición social. “En el pueblo, como es natural, había casas buenas y casas malas,[...] había una de dos pisos, la de don Jesús que daba gozo verla”[4] Pascual se admira de la riqueza de don Jesús, pero siempre marca la distancia que existe entre ambos con respecto a la forma de vivir, “Mi mujer, que en medio de todo tenía gracia, decía que las anguilas estaban rollizas porque comían lo mismo que don Jesús, sólo que un día más tarde”[5]. A ellos les tocaba alimentarse de las sobras del señor. De una manera sarcástica se plantea la idea, de que ellos se alimentaban de los excrementos que llegaban al regato y de los cuales se alimentaban las anguilas que comían, aquí se manifiesta la  inconformidad al determinismo social en el que se encuentran y en este sentido se demuestra la importancia que daba Pascual a la posición económica y social en su pueblo; más adelante se menciona cómo don Jesús era tomado como ejemplo: “Siéntate allí. Cuando veas que don Jesús se arrodilla, te arrodillas tú; cuando veas que don Jesús se levanta, te levantas tú; cuando veas que don Jesús se sienta, te sientas tú también...”.[6] Éstas podrían ser algunas marcas de inconformidad y hartazgo, ante la posición y el destino adverso de nuestro personaje.
El campo y la ciudad, civilización y barbarie, son tópicos característicos de la novela del siglo XIX, lo mismo que el sino para la novela romántica. En La Familia de Pascual Duarte se mezclan estos tópicos (pero sin ser primordiales). “!Los habitantes de las ciudades viven vueltos de espaldas a la verdad”[7], la casa de Pascual estaba fuera del pueblo, lo que quiere decir que estaba apartado de la civilización, o de la posibilidad de un acercamiento a la civilización; estaba destinado a la barbarie, él no había decidido eso, sus padres ahí vivían, era el mundo en el que se tenía que forjar. Ese ambiente en el que la muerte y la carroña son olores familiares, “La cuadra era lo peor [...] y en sus paredes estaba empapado el mismo olor a bestia muerta[...]. Es extraño pero, de mozo, si me privaban de aquel olor me entraban unas angustias como de muerte”[8]  para Pascual, la gente de la ciudad esconde su sentimientos, sólo la gente del campo sabe lo que es vivir al día y luchar con los elementos naturales a los que se exponen. Para nuestro personaje que se encuentra marcado por la lucha constante, le es extraño el comportamiento de los hombres de ciudad, “Se mentaron las madres, se llamaron a grito pelado chulos  y cornudos[...]. Cuando se aburrieron de decirse inconveniencias se marcharon cada uno por donde había venido y ahí no pasó nada.¡Así da gusto! Si los hombres del campo tuviéramos las tragaderas de los de las poblaciones, los presidios estarían deshabitados como islas”.[9] Duarte sabe que los hombres de campo no son así y por eso él se encuentra en prisión, por no saber controlar sus impulsos, por seguir el destino de su progenie.
Don Álvaro es una crítica y una confrontación con los estamentos y tradiciones; en La familia de Pascual Duarte, no es una crítica severa ante estos elementos, sino una inconformidad personal (de Pascual) ante su destino, nuestro personaje refleja su inconformidad  hacia él mismo y sus acciones, ya que en el tiempo que se encuentra en la cárcel, demuestra una conducta intachable, se dedica a la contemplación y meditación, tanto así que tiene el tiempo suficiente para escribir sus memorias. En cambio cuando sale, cuando es libre, cuando regresa a su habitad natural, a su casa, con su familia, a su origen; es un ser activo y cruel como debe de comportarse ante su gente. Para sobrevivir.
El sino de Don Álvaro está marcado desde su nacimiento y esta será la causa de todas sus desgracias; Pascual Duarte también de alguna manera está marcado por su sino: “De mi niñez no son precisamente buenos recuerdos los que guardo”.[10] Un padre que en los momentos difíciles no tiene la suficiente fuerza para afrontar las situaciones, que también como a Pascual encerraron en la cárcel, no por asesinato, pero si por contrabandista. Una madre que todo el tiempo es señalada de poco sentimental y de corazón duro, por ejemplo en la muerte de su marido y de su hijo Mario “mi padre acabó por callarse a la noche siguiente [...]. A mí me asustó un tanto que mi madre en vez de llorar, como esperaba, se riese, y no tuve más remedio que ahogar mis lágrimas...”[11] o en el caso de su hijo “Mi madre tampoco lloró la muerte de su hijo; secas debiera tener las entrañas una mujer con corazón tan duro que unas lágrimas no le quedaran siquiera para señalar la desgracia de la criatura”[12]. Este es el origen de Pascual Duarte, que como Don Álvaro desde su nacimiento o niñez será marcado, “La verdad es que la vida de mi familia, poco tenía de placentera, pero como no nos es dado a escoger sino que ya –y aun antes de nacer- estamos destinados unos a un lado y otros a otro, procuraba conformarme con lo que me había tocado...”[13]. el origen en esta obra, será también la causa de sus desgracias.
Las desgracias de Pascual Duarte, no son meros equívocos o accidentes. En su ambiente se vive o se muere; una mirada, una palabra, pueden ser el detonante de una acción violenta. En este hábitat, se vive con los sentimientos a flor de piel, (o se es, o no se es) el odio se manifiesta a cada momento y quienes se encuentran aquí, luchan entre sí a cada momento.
“Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo.”[14] En las primeras líneas se muestra el frustrado deseo de cambiar su destino, también se denota una cierta resignación ante éste. La maldad del personaje, como él mismo lo describe, es su destino; por eso está en la cárcel, por eso muchas cosas de su vida se han frustrado, por eso muere.
La muerte es un tema recurrente en esta novela, este ambiente de oscilación entre la vida y la muerte es evidente, por ejemplo, en la primera muerte, la de “chispa”, (la perra) una mirada bastó para que Pascual la matara “Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar”[15] el personaje por su manera de ser, ya no puede evitar lo que trae dentro de sí, ha heredado la violencia, “[...] y su mirada me calentaba la sangre de las venas” .[16]
La violencia también se hereda y el destino traza la ruta en la que se ha caminar. Pascual Duarte sigue su destino, pero no sólo su destino, sino el de toda su familia: “Se llevaban  mal mis padres; a su poca educación se unía su escasez de virtudes[...] –defectos todos ellos que para mi desgracia hube de heredar- y esto hacía bien poco de pensar los principios  y de refrenar los instintos, lo que daba lugar a que cualquier motivo, por pequeño que fuese, bastara para desencadenar la tormenta”.[17] El destino de Pascual Duarte, es el odio, la violencia, la sangre, la muerte. El destino de La Familia de Pascual Duarte, es el mismo. Esta novela refleja la búsqueda de un destino diferente, de la ruptura de un ciclo y también la resignación; pero como en el caso del Don Álvaro y Lázaro, el destino y el determinismo marcan parte de la historia. El destino es un leifmotiv que es necesario ubicar en la historia, no es el tema principal; pero es una vertiente más para el estudio de la novela.

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[1] Cela, Camilo José, La familia de Pascual Duarte, México, Destino, 1995. 165p.

[2] Id. P. 21
[3] Id. P. 21
[4] Id. P.22
[5] Id. P. 26
[6] Id. P. 68
[7] Id. P. 27
[8]Id. Pags. 25 y 26
[9] Id. Pags. 114 y 115
[10] Id. P. 29
[11] Id. P. 46
[12] Id. P. 52
[13] Id. P. 32
[14] Id. P. 21
[15] Id. P. 28
[16] Id. P. 28

[17] Id. P. 31


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