Palabrería: Poemas para un poeta que dejó la poesía
Palabrería
Poemas para un poeta que dejó la poesía*
Jesús Rito García
En la antología Poemas para un poeta que dejó la poesía, publicada por la colección Cuadernos de El Financiero, hay mucho dolor, rabia y desconsuelo por lo que acontece en nuestro país; como también mucha poesía, que fue el objetivo principal.
En Poemas para un poeta… se escuchan diversas voces, que en un primer momento fueron conmovidas por el hecho ya por todos conocido y que bien sabemos, no fue parte sustancial de esta recopilación. La muerte de Juan Francisco, hijo del poeta Javier Sicilia, provocó en él, una reacción tal, que lo orilló a escribir lo siguiente: “El mundo ya no es digno de la palabra, / es mi último poema, no puedo escribir más poesía… / La poesía ya no existe en mí.”
A partir de esta terrible declaración, el poeta, narrador y ensayista, Eusebio Ruvalcaba decidió convocar a una antología, que como él mismo lo declara en el prólogo, sirva para que Javier Sicilia se sienta acompañado en su pena.
Esta recopilación nos muestra la abundancia de poetas que hay en estos momentos; voces consagradas, como la de José Emilio Pacheco, Juan Gelman, Eduardo Lizalde, Juan Domingo Argüelles, Víctor Roura; entre otros; también hay voces no tan conocidas, que de igual forma, vertieron su sentir sobre el tema.
Que un poeta decida abandonar la poesía, no es muy usual, ya que a través de la historia de la literatura, los poetas se han manifestado a pesar de todas las vicisitudes que pudiesen tener (aunque existen casos como el de Rimbaud y algunos otros que decidieron dejar de escribir siendo muy jóvenes), siempre son aquellos que toman todos los motivos convertirlos en poemas. Hasta la misma muerte ha sido motivo de grandes poemas. No podríamos imaginarnos qué sucedería con el poema de “El Cuervo” de Poe, sin la muerte. Por tal motivo, las voces que se presentan en esta antología tienen diversos matices, algunos fueron en tono de reclamo; voces que exigen justicia, no sólo para el hijo del poeta, sino para todas las muertes que hay en nuestro país. Por ejemplo, Arturo Trejo Villafuerte dice: “Estamos en medio de la muerte, amor, / porque alguien que se dice político se le ocurrió / e intenta por todos los medios que seamos frías cifras / —ya más de 40 mil— y no seres humanos, que todos seamos cadáveres y no seres pensantes,”. También hay quienes, como Juan Domingo Argüelles, hablan de un panorama de violencia y desolación que permea en nuestro país: “Es tanto ya el estruendo de la violencia / que nos ha ensordecido. Ya ni la poesía puede salvarnos.” Así versan estos poemas, todos con un dejo de desilusión ante todo, hasta de la misma palabra.
Son tantas las situaciones, retratos diversos del mismo hecho, que algunos deciden pedirle al poeta que no calle, que siga cantando: “Regálame un poco de tu pena, / déjame compartir esa tristeza, / pero no te calles. / La poesía es la única arma que nos queda.” Esto lo dice Tomás Licea; aunque también de una manera más irónica Beatriz Meyer dice que dejará de hacer algunas cosas con tal de que el poeta siga escribiendo: “Te ofrezco dejar de votar, de comprar en wal-mart, / de ver telenovelas, de escuchar la radio, / de hablar por celular, de comer sabritas, de seguir cultivando parcelas de silencio. // Sigue escribiendo, Javier.” Y de la misma forma, a partir de dos imágenes sugerentes, Ulises Vidal pide al poeta que siga jugando con las palabras: “Juega como el niño lo hace con la tierra / como el hombre juega con el clítoris de su amada”. Las imágenes que se presentan no tienen límites, van de una situación a otra, pero todas conllevan la misma petición. Por ejemplo, Esaú Cituk toma la voz del hijo, y éste a su vez, pide al padre que no deje de cantar: “Que no te detenga / Padre / la vejez ni la fatiga / yo te doy mi juventud para que cantes.” Que el poeta siga cantando es una petición que no está de más, aunque la pena que embarga al poeta le da una licencia inapelable.
Por tal motivo, algunos declaran que la decisión tomada, quizá fue una decisión acertada: “Pero tal vez tu estruendo sin vocablos, / tu fanfarria de palabra sin rostro, / logre más, en el caos que nos tiene / hasta desordenada las entrañas”. Esto lo dice Enrique González Rojo Arthur y bien podríamos complementar con los versos del poeta yucateco Miguel Ángel Cocom Mayén: “Javier, / te escribo poquito / para no lastimar tu silencio. Un silencio tuyo / que es un silencio muy cabrón”.
Hay otros más, que no dicen si la decisión de abandonar sea la correcta, pero entienden el sentir del bardo. Esto lo describe José Emilio Pacheco con una voz más comprensiva: “Sin embargo me explico su voluntad / de no volver a escribir poesía, / la poesía culpable que fue incapaz de proteger a su hijo Juan Francisco.” Aunque a pesar de estas palabras, en las que intenta sentir lo que siente Javier Sicilia y da por culpable a la poesía de no poder defender al hijo de éste; en una estrofa más adelante decide dejar a la poesía como una posibilidad ante la barbarie que reina en estos momentos: “Pienso que cada verso por humilde que sea / es un guijarro contra la barbarie / una llamita entre la oscuridad, un dibujo a ciegas / en la caverna a la que hemos regresado, / un segundo de paz entre la violencia / omnipresente y proliferante.”
Si José Emilio Pacheco es comprensivo; Juan Gelman lo condena a regresar, a ser castigado por la poesía: “Javier: / El poeta que abandona a la poesía / será castigado por ella: Volverá.”
Esta selección surgió en escasas tres semanas, comenta Eusebio Ruvalcaba en su prólogo, además de mencionar que “si para algo sirve la poesía, es para unir, no para separar” y asegura que por parte de los poetas no hubo más que comprensión y apoyo. Aunque el material recopilado es muy valioso; por la publicación no podemos meter las manos al fuego, ya que está plagada de erratas y errores de edición. Además, podrían utilizar materiales de mayor calidad, algo que no afectara tanto el costo del tiraje de 300 ejemplares.
Poemas para un poeta que dejó la poesía*
Hoy somos un poeta menos[…]
Jaime Coello Manuel
Espero que tu silencio
construya puentes.
Jaime Fraire
Jesús Rito García
En la antología Poemas para un poeta que dejó la poesía, publicada por la colección Cuadernos de El Financiero, hay mucho dolor, rabia y desconsuelo por lo que acontece en nuestro país; como también mucha poesía, que fue el objetivo principal.
En Poemas para un poeta… se escuchan diversas voces, que en un primer momento fueron conmovidas por el hecho ya por todos conocido y que bien sabemos, no fue parte sustancial de esta recopilación. La muerte de Juan Francisco, hijo del poeta Javier Sicilia, provocó en él, una reacción tal, que lo orilló a escribir lo siguiente: “El mundo ya no es digno de la palabra, / es mi último poema, no puedo escribir más poesía… / La poesía ya no existe en mí.”
A partir de esta terrible declaración, el poeta, narrador y ensayista, Eusebio Ruvalcaba decidió convocar a una antología, que como él mismo lo declara en el prólogo, sirva para que Javier Sicilia se sienta acompañado en su pena.
Esta recopilación nos muestra la abundancia de poetas que hay en estos momentos; voces consagradas, como la de José Emilio Pacheco, Juan Gelman, Eduardo Lizalde, Juan Domingo Argüelles, Víctor Roura; entre otros; también hay voces no tan conocidas, que de igual forma, vertieron su sentir sobre el tema.
Que un poeta decida abandonar la poesía, no es muy usual, ya que a través de la historia de la literatura, los poetas se han manifestado a pesar de todas las vicisitudes que pudiesen tener (aunque existen casos como el de Rimbaud y algunos otros que decidieron dejar de escribir siendo muy jóvenes), siempre son aquellos que toman todos los motivos convertirlos en poemas. Hasta la misma muerte ha sido motivo de grandes poemas. No podríamos imaginarnos qué sucedería con el poema de “El Cuervo” de Poe, sin la muerte. Por tal motivo, las voces que se presentan en esta antología tienen diversos matices, algunos fueron en tono de reclamo; voces que exigen justicia, no sólo para el hijo del poeta, sino para todas las muertes que hay en nuestro país. Por ejemplo, Arturo Trejo Villafuerte dice: “Estamos en medio de la muerte, amor, / porque alguien que se dice político se le ocurrió / e intenta por todos los medios que seamos frías cifras / —ya más de 40 mil— y no seres humanos, que todos seamos cadáveres y no seres pensantes,”. También hay quienes, como Juan Domingo Argüelles, hablan de un panorama de violencia y desolación que permea en nuestro país: “Es tanto ya el estruendo de la violencia / que nos ha ensordecido. Ya ni la poesía puede salvarnos.” Así versan estos poemas, todos con un dejo de desilusión ante todo, hasta de la misma palabra.
Son tantas las situaciones, retratos diversos del mismo hecho, que algunos deciden pedirle al poeta que no calle, que siga cantando: “Regálame un poco de tu pena, / déjame compartir esa tristeza, / pero no te calles. / La poesía es la única arma que nos queda.” Esto lo dice Tomás Licea; aunque también de una manera más irónica Beatriz Meyer dice que dejará de hacer algunas cosas con tal de que el poeta siga escribiendo: “Te ofrezco dejar de votar, de comprar en wal-mart, / de ver telenovelas, de escuchar la radio, / de hablar por celular, de comer sabritas, de seguir cultivando parcelas de silencio. // Sigue escribiendo, Javier.” Y de la misma forma, a partir de dos imágenes sugerentes, Ulises Vidal pide al poeta que siga jugando con las palabras: “Juega como el niño lo hace con la tierra / como el hombre juega con el clítoris de su amada”. Las imágenes que se presentan no tienen límites, van de una situación a otra, pero todas conllevan la misma petición. Por ejemplo, Esaú Cituk toma la voz del hijo, y éste a su vez, pide al padre que no deje de cantar: “Que no te detenga / Padre / la vejez ni la fatiga / yo te doy mi juventud para que cantes.” Que el poeta siga cantando es una petición que no está de más, aunque la pena que embarga al poeta le da una licencia inapelable.
Por tal motivo, algunos declaran que la decisión tomada, quizá fue una decisión acertada: “Pero tal vez tu estruendo sin vocablos, / tu fanfarria de palabra sin rostro, / logre más, en el caos que nos tiene / hasta desordenada las entrañas”. Esto lo dice Enrique González Rojo Arthur y bien podríamos complementar con los versos del poeta yucateco Miguel Ángel Cocom Mayén: “Javier, / te escribo poquito / para no lastimar tu silencio. Un silencio tuyo / que es un silencio muy cabrón”.
Hay otros más, que no dicen si la decisión de abandonar sea la correcta, pero entienden el sentir del bardo. Esto lo describe José Emilio Pacheco con una voz más comprensiva: “Sin embargo me explico su voluntad / de no volver a escribir poesía, / la poesía culpable que fue incapaz de proteger a su hijo Juan Francisco.” Aunque a pesar de estas palabras, en las que intenta sentir lo que siente Javier Sicilia y da por culpable a la poesía de no poder defender al hijo de éste; en una estrofa más adelante decide dejar a la poesía como una posibilidad ante la barbarie que reina en estos momentos: “Pienso que cada verso por humilde que sea / es un guijarro contra la barbarie / una llamita entre la oscuridad, un dibujo a ciegas / en la caverna a la que hemos regresado, / un segundo de paz entre la violencia / omnipresente y proliferante.”
Si José Emilio Pacheco es comprensivo; Juan Gelman lo condena a regresar, a ser castigado por la poesía: “Javier: / El poeta que abandona a la poesía / será castigado por ella: Volverá.”
Esta selección surgió en escasas tres semanas, comenta Eusebio Ruvalcaba en su prólogo, además de mencionar que “si para algo sirve la poesía, es para unir, no para separar” y asegura que por parte de los poetas no hubo más que comprensión y apoyo. Aunque el material recopilado es muy valioso; por la publicación no podemos meter las manos al fuego, ya que está plagada de erratas y errores de edición. Además, podrían utilizar materiales de mayor calidad, algo que no afectara tanto el costo del tiraje de 300 ejemplares.
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