A 20 años de la biblioteca del IAGO


Palabrería
  A 20 años de la biblioteca del IAGO
Jesús Rito García

Era aún muy joven cuando ingresé de bibliotecario al Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, recuerdo que en esa ocasión me tocó ser partícipe del décimo aniversario. Era el año en que el maestro Toledo amenazaba con irse a vivir definitivamente a los Ángeles, California; ya que no soportaba el nulo apoyo a la cultura y toda la carga de trabajo que tenía en ese entonces. Imagínense ahora qué ha de pensar, cuando ya pasaron veinte años y aún lleva a cuestas la gran infraestructura cultural que ha logrado levantar en todo este tiempo. Esperemos que no se fastidie nunca.
Cuando tienes veinte años y descubres la vastedad del mundo a través de los libros con los que cuenta la biblioteca del IAGO, además del sinfín de exposiciones que han circulado por sus salas; no sabes cómo agradecerlo. Me encantaba cerrar los ojos y saber la ubicación exacta de cada tomo, de cada catálogo de arte. Quería conocer cada rincón de esa biblioteca, descubrirla toda, sabía que esos miles de tomos eran para mí y para todos aquellos que quisieran verlos, leerlos. Durante el par de años que estuve trabajando, descubrí mi verdadera vocación, y descubrí que había que salir de Oaxaca para poder estudiar algo relacionado con la Literatura. Abandoné la escuela de Derecho, única opción, aunque fuera en las ciencias sociales, en ese entonces, (aunque ahora existen otras opciones, seguimos sin una escuela de literatura en Oaxaca) y decidí partir en busca de nuevas cosas.
Sigue siendo una de las bibliotecas más completas, principalmente en temas de arte. Ya no sé cuál será la cantidad exacta del acervo, ahora son tantos los libros que fue necesario hacer una extensión, la que se encuentra en Avenida Juárez. Recuerdo muy bien cuando Fredy Aguilar, encargado de la biblioteca por tantos años, me platicaba, que al inicio, sólo contaban con una sala, y precisamente eran los libros que se habían traído del la biblioteca del MACO, con los que contaban. Era extraordinario ver cómo los libros iban abarcándolo todo, crecieron sin medida como la buganvilia del patio, fueron trepando de librero en librero. Cómo olvidar ese olor a naftalina. El tiempo pasa y te vas dando cuenta que tuviste, y aún sigues teniendo el privilegio de contar con un espacio que te abre las puertas para leer y descubrir tantas cosas. Alguna vez escuché decir a un joven artista “Sin el IAGO y demás espacios creados por ‘El teacher’ quién sabe qué sería de nosotros, y no lo digo por deberle todo lo que somos a él, pero sí nos puso las herramientas a la mano: libros, música, cine… el arte en general”.
Ya pasaron veinte años desde que la biblioteca del IAGO abrió sus puertas al público. Nuevas generaciones han aprovechado, a su manera, los beneficios de contar con una biblioteca tan bella. Ahí aprendí a amar a los libros, a cuidarlos, a saber que juntos; son una riqueza invaluable. Por eso, que vengan muchos años más para esta biblioteca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Abas, el hombre" por Jessica Santiago Guzmán

Palabrería: “Recuérdame en alta mar” de Rafael Alberti. *

El locus amoenus y el locus terribilis de la poesía