Palabrería: Justicia divina para el Duque o el adiós a los reporteros

Palabrería


Justicia divina para el Duque o el adiós a los reporteros

Jesús Rito García

Cada uno tiene su alma
en su almario.

Alfonso Reyes



Cuentan los investigadores literarios que por allá del periodo decimonónico, la literatura y el periodismo eran uno mismo. Citando a Belem Clark de Lara, doctora en literatura hispanoamericana por la UNAM, dice lo siguiente: “el espacio natural de la literatura decimonónica en nuestro país fue el periódico; es decir que el periodista fue el escritor y que el mundo del periodismo fue el mundo de la literatura”. Creo que eso es muy lógico, así como se forjó la idea de Nación en ese periodo, también se formaron nuestros grandes escritores de la literatura mexicana en el periodismo, ya que era el medio de mayor difusión en ese entonces.

Y no solamente eran periodistas, también eran políticos, sociólogos, lingüistas, antropólogos, etc. Las especialidades llegaron más tarde. Y en ese entonces, a los que les tocó afrontar esos cambios fueron a los poetas - periodistas como Manuel Gutiérrez Nájera.

A finales del XIX llegaron a México los “reporteros”, profesión que inicialmente se ejercía en los Estados Unidos, que en ese entonces comenzaban a influir fuertemente en nuestro país. Los reports, eran los nuevos periodistas que iban en busca de la noticia al momento, aquellos que solamente sacaban “la nota” para enviarla de inmediato a sus periódicos. Obviamente, la urgencia con la que era requerida la información, le fue restando calidad al uso del lenguaje.

Para el Duque Job el periodismo y la literatura convivían en una especie de maridaje natural. El primero necesitaba de la renovación constante, de cierta agilidad que sólo un literato podía tener con respecto al manejo del lenguaje, la manera de lograr una comunicación efectiva y afectiva con el lector, que a través del lenguaje literario (tal es el caso de las crónicas de Nájera) es posible. Y para muestra, un botón:

Cada día se va haciendo para mí el guiso y el condimento de mi crónica. A medida que los días avanzan, avanza mi pereza. ¡Primavera, estación de los indolentes como M. Can-Can, yo te saludo! Los sábados madrugo un poco para escribir el “Bric–Brac”: en punto de las ocho descorro las cortinas de mi lecho, hundo las pantuflas, estiro perezosamente los dos brazos, y tomando una resolución heroica, me levanto. ¡Ay! ¡es tan dulce contemplar el cielo de la alcoba hasta las diez de la mañana! Pero el sábado, puntual como un acreedor, toca la puerta de mi alcoba. Es fuerza levantarme. En el vocabulario que he compuesto para mi uso particular, el sábado está designado con este nuevo nombre: el Cabo de las Tempestades. Me levanto, el agua fría cae sobre mi cabeza, disipando el polvillo dorado de los últimos ensueños. Vuelvo a la vida real, cierro los ojos para no mirar el rayo de la luz primera que se entra sans-façon por los cristales, tomo la pluma y… (en MNG, Obras XII, Narrativa II, Relatos (1877 – 1894) pp. 31 – 32).

En el Caso de Nájera era sorprendente ver cómo con sus crónicas pasaba de un tema a otro: un día era la crónica del teatro, al siguiente un evento social, después los discursos parlamentarios o la inauguración del ferrocarril México – Veracruz; y que de todo esto, surgiese un cuento o el inicio de alguna novela. Esta característica tiene la obra de Nájera, para quien fue un gran reto arribar a la literatura desde la tarea periodística.

Nájera, entre otros, como el poeta cubano, José Martí, fueron quienes ejercieron el periodismo a través de la crónica, además de defenderla como un género periodístico de mayor penetración y oponerse a la entrada del oficio reporteril en su tiempo.

En nuestros días, habiendo pasado la primera década del siglo XXI, sin dudarlo, pensamos que nuevamente la crónica y el periodismo de análisis tienen una gran ventaja ante la nota rápida y fugaz. No es pensar que la función del reportero no sea válida, pero se debe analizar cuál será el destino de este oficio; sabiendo que las nuevas tecnologías y las redes sociales, como lo son el twitter y el facebook, nos han vuelto reporteros a todos. Ahora es muy fácil enterarnos de los hechos al instante. Cualquiera cumple la función del reportero con un celular en red. Cualquiera puede subir la información mucho antes que llegue un reportero profesional.

Alguien tiene que hacer el trabajo de reportero con profesionalismo, pero ya la labor simple de informar tiene que cambiar de alguna manera. Suponemos que la nueva labor del reportero tiene que ser más analítica, más rica en el uso del lenguaje. Ya no queremos saber el hecho por el simple hecho. Queremos estar informados y que nos den herramientas para reflexionar. La crónica y el análisis podrían ser buenos instrumentos para hacer vigente el periodismo escrito. Lo bueno es que contamos con excelentes maestros en este género, como lo fueron Manuel Gutiérrez Nájera (1859 - 1895), hasta nuestros días, el recientemente fallecido Carlos Monsiváis (1938 – 2010), entre otros.

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