Palabrería: La rutina

Palabrería



La rutina

Jesús Rito García

A Lenin Jiménez,
por su amistad


Monotonía

A un día monótono otro
monótono, invariable sigue: Pasarán
las mismas cosas, volverán a pasar -
los mismos instantes nos hallan y nos dejan.
Un mes pasa y trae otro mes.[…]

Constantino Cavafis



Te levantas muy de mañana, te das un baño con agua calientita y escoges tu ropa para salir… Así comienza la vida de muchas personas; y a eso, le llaman “rutina”. Bella tal cual, porque siempre es la misma. De mi parte, llevar una rutina es algo maravilloso. Siempre haces lo mismo, nada cambia de lugar ni de hora. El problema sucede cuando todo cambia, cuando las cosas no están donde están y resulta que hay algo nuevo por hacer. ¡Qué terror! Los cambios siempre son una pesadilla. Imaginarme tener que cambiar de rutina, de lugares qué visitar, amigos. Eso es impensable.

La voz 'rutina' que el español tomó del francés 'routine' (mediados del XVI) tiene como raíz 'route' (del latín 'ruta'). Dice algún diccionario sobre el origen de las palabras. Entonces podemos decir que la rutina es el camino que seguimos todos los días; la ruta a seguir.

Desde niño, recuerdo que veía con ilusión la vida que llevaban algunos jubilados. Estas personas que cada quince días se formaban a la entrada de las oficinas de telégrafos para que les llegara su giro. Después de cobrar iban alegremente a comprar algunas cosas al mercado y regresaban a casa. No a todos les alcanza ese poco de dinero, me imagino, pero seguramente durante algunos días tenían un bocado en casa. La parte que más me gustaba de sus vidas, era la calma y tranquilidad que se reflejaba en sus rostros. Muchos de ellos estaban a la puerta de sus casas, en sus mecedoras, viendo pasar la mañana. O algunas señoras barrían una y otra vez la calle y su patio, para ver todo impecable. Esa es su eterna rutina, hasta que un día les llega el momento de quedarse dormidos para siempre.

Alguna vez, hablando con un maestro que aprecio mucho, le preguntaba cuál era su rutina, qué hacía en sus momentos de creatividad y de descanso. Con calma y una alegría que se reflejaba en todo lo que decía, me comentó: No soy muy madrugador, me imagino que habrá otros escritores que aprovechan la mañana, pero en mi caso no. Por lo general me levanto tarde, antes del mediodía, salgo por el periódico o los leo en la computadora; desayuno algo ligero y después salgo a leer al patio. Cerca de las tres de la tarde me preparo algo de comer y al final un café. Lo que sigue es una siesta que en ocasiones se prolonga por varias horas. Ya entrada la tarde, sigo leyendo, hago apuntes y siento que ha llegado el momento de sentarse a escribir. He aprendido a usar la computadora, aunque en ocasiones, mientras leo, voy escribiendo a mano algunas ideas o poemas. Estando frente a la computadora o el papel, comienzan a fluir las ideas. Si tengo que escribir alguna nota para algún medio o si sigo trabajando en mi último libro, la noche es ideal para eso. El silencio se apodera de la noche y de cuando en cuando se escucha algún claxon a lo lejos. Todo está en calma. Me gusta tener algo de fruta o galletas a la mano para pasar la noche. El café o la leche no pueden faltar. Así es mi vida. Siempre llega la mañana sin avisarme y el frío me lleva a la cama a descansar un poco, para antes del mediodía, seguir con la rutina.

Otra de las cosas que me mencionaba el maestro, es que para él, la literatura se ha vuelto una rutina, una eterna rutina de lectura y escritura que ama tanto. A veces piensa que es como un santo a quien devotamente reza todos los días.

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