"Affair" de Amaury Sánchez
Tenemos el placer de
presentar en esta segunda entrega a un joven escritor de gran talento: Amaury
Sánchez. Es narrador y poeta, y nació en
Oaxaca en 1994. Autor de diversos relatos cortos y ensayos que publica en el
blog www.amaury-sanchez.tumblr.com
Por Amaury Sánchez
Ningún versículo divino habla del
pecado de la estupidez, aunque su penitencia sea la más pesada de las cruces en
el monte Calvario. Liliana erigió ante mí un monumento intangible a la
displicencia; la cama se mudó al desierto más extenso; las miradas se
engulleron un hueco oscuro y sin fondo. Su mentira se vistió de labios extrañamente
maquillados, de prendas arrugadas impregnadas con perfumes mal disfrazados; la
duda se hizo un revólver criminal que acribillaba el cuerpo de vidrio de mi
sensatez. La casa se colmó de fantasmas hasta el sótano y sus risas burlonas
explotaban mis tímpanos durante la noche.
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Amaury Sánchez |
El silencio era asesino y las noches
perversas; al cerrar los ojos, en mis párpados enrollados en tinieblas, se alzaba
el telón hacia un acto de pesadillas inclementes en donde Liliana devoraba el
cuerpo de un amante sin rostro, y este hombre borraba mi nombre de su cuerpo,
grabando con el suyo cada esquina.
La mentira me orilló al borde de la
mentira, obligándome a transformarme en una sombra entre sombras, en un perro
miserable arrastrándose a espaldas de Liliana, olfateando las pisadas de mierda
que marcaban sus pasos. Fue así como conocí al hombre que destrozaba la
entrepierna de mi mujer cuando yo no bastaba. Los descubrí besándose en su auto.
Sentí mi estómago enmarañarse con las entrañas de la traición; sentí la sangre burbujeando
en cada centímetro de mis arterias. Pude ver sus lenguas estremeciéndose en la
boca de uno y de otro; pude ver la premura en sus manos por arrancarse la ropa.
Callé.
El engaño se mantenía intacto entre
sonrisas fingidas y amores de patraña. El hombre sin rostro se había hospedado
en mi cabeza como un demonio diminuto, su perfume de azufre invadía mi casa, empapaba
las almohadas de mi cama y seducía la cabeza y los sueños de Liliana, mientras
los míos se abarrotaban de escenas suicidas, de odio. Liliana yacía a mi lado,
respirando en mi oreja a una distancia de enanos, anhelando la lengua nerviosa
de su amante; yo pensaba en el estúpido amor que le tenía a cada palmo de su
piel, a cada momento, a sus ojos delicados. Perdonaría a Liliana sin más; borraría
de su corteza las marcas de propiedad de su amante, sin urgencia; olvidaría el
crimen de aquel ladrón; me olvidaría de mí mismo.

El amor es una muerte suave que te
desviste lento con sus manos flacas, amorata tu cuello y se va, dejándote desnudo
en la cama con un beso roto en los labios. Lo que quedaba de mí esperaba sentado
en mi camioneta blanca afuera del hotel. Liliana me había chupado el alma, convirtiendo
mi cuerpo en un caparazón vacío; y el hombre que ahora la desnudaba, me había
arrebatado el resto. Una pistola heredada era lo único que él no había podido
quitarme, tampoco el sinfín de balas que rellenarían hoy su cuerpo. Le clavaría
una bala entre los ojos, una tras otra perforarían su carne, dejándolo hecho un
saco de humo y plomo. Tomaría entonces a Liliana llevándola lejos de ahí, la
besaría como ningún amante lo había hecho, con aquel amor de quien ama por
primera vez.
Podía escuchar los gemidos de Liliana
atravesar los vidrios cerrados de mi camioneta, provocando en mi cabeza un eco
infinito que se prolongaba hasta el vómito. Podía sentir las manos del hombre
deslizarse por mi espalda, que también era la de Liliana. Podía sentir el olor
a sal. Podía sentir el dolor bajando por mi garganta. Podía sentir el placer de
Liliana al traicionar la historia y el recuerdo. No sé cuánto tiempo pasé
recordando el alevoso amor de Liliana. ¿De qué se alimenta éste amor?, ¿de
dolores lentos y fracasos ineludibles? ¿Por qué Liliana se refugiaba en una
cama que no era la suya? ¿Por qué Liliana? ¿Por qué Yo?
Salieron. El cabello de Liliana seguía
húmedo aún, el rostro del tipo resplandecía en orgullo; la manera en que se miraban
hablaba de un sexo impecable, de una conversación carnal irrepetible. La
sonrisa de Liliana jamás había sido tan fuerte ni tan hermosa. La traición y el
olvido eran irrefutables. Pagaron el cuarto con las monedas abaratadas de su
incógnito amor. Para Liliana yo no era más que un vago recuerdo ahogado en las
lagunas de la memoria. Tomé la pistola con la fuerza que el cólera me permitió.
El arma era más pesada y más fría de lo que había pensado. Bajé de la camioneta
dirigiéndome hacia ellos sin desprender la mirada del cuerpo ultrajado de mi
mujer.
Liliana me vio y su rostro se tiñó de
un color pálido. Mi vista se nubló, dejándome ver sólo la cara del miserable
que se había apoderado del amor de mi vida. Golpeé su cabeza con el mango de mi
pistola. Sus ojos parecían ver en mí su infierno. Empuñé el arma hacia aquel
tipo y mi estúpido brazo derecho comenzó a temblar de terror. Jalé el gatillo
con los ojos cerrados; un zumbido se extendió en mis oídos dejándome escuchar
sólo los gritos sofocados de Liliana entre el estruendo del disparo. Abrí los
ojos y vi la sangre salir del hombro derecho del ladrón. Mi cuerpo se
inmovilizó. Había fallado de nuevo. El hombre salió corriendo dejando a su paso
un sendero de sangre sobre las baldosas.
Me giré buscando a Liliana en el lobby
del hotel; ella parecía haber anclado sus pies al suelo justo detrás de mí; sus
ojos parecían desconocerme; su labio inferior parecía querer decirme algo y
quedarse sólo en el intento. Yo quería decir que la amaba, preguntar por qué lo
había hecho, rogarle que se quedara conmigo; pero un sentimiento extraño me
hizo aferrar de nuevo el mango de mi arma y apuntarle directo al estómago.
Quería herir el dolor, lastimar lo que me lastimaba. La pistola parecía cargar
con todas mis abyecciones. Disparé. Liliana disparó una mirada que agujereó mis
ojos. Una cascada de sangre manó de su abdomen, bañando de rojo su ropa.
¿Qué ganaba yo matando a Liliana si su
recuerdo era inmortal en las líneas de mis manos? Tomé a Liliana por el brazo obligándola
a subir a la camioneta; sus manos llenas de sangre ensuciaron las puertas
blancas. No sé cuántas cosas gritó Liliana al desangrarse. En un momento, el
bullicio se transformó silencio; pensé en Liliana: tal vez su felicidad vivía
en los labios de aquel hombre y no en los míos, tal vez mi historia terminaba
aquí, tal vez mi vida ya no me pertenecía. Un semáforo rojo destelló mis ojos y
Liliana abrió la puerta de la camioneta escapando de un hombre que desconocía.
La vi alejarse. Me aferré al volante como si de él dependiera mi vida y pisé el
acelerador, alejándome de ella.
Conduje en línea recta sin dirección.
Nota periodística: http://www.eluniversaldf.mx/home/aventura-de-un-affair-casi-le-cuesta-la-vida-esposo-la-cacha.html
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