La otra muralla

La otra muralla


Por Dariela Romero

Cuando nos preparábamos para viajar por China sabíamos que las comunicaciones serían restringidas. Ya nos habían advertido que sitios como Facebook y Twitter están bloqueados, pero nunca imaginamos la magnitud hasta que llegamos a Beijing.
Nuestro primer día en Asia vimos con un poco de horror y mucha gracia que no podíamos acceder a nuestros perfiles de Facebook. No pasa nada, después de todo, una de las intenciones del viaje era desconectarnos. El segundo día nos dimos cuenta de que no podíamos googlear y la gracia fue menor cuando no pude entrar a mi Gmail. Pero, hasta entonces, todo estaba controlado, ¿no?

Conforme pasaban los días nos dimos cuenta de que todos los servicios de Google están bloqueados, incluidos los mapas, Drive, las apps para Android y hasta el traductor, así que tuvimos que mudarnos a 1999 y volver a utilizar servicios como Bing y Hotmail. Incluso actualizar nuestro sitio web (en Wordpress, también parcialmente bloqueado), nuestro plan “A” para mantener la comunicación con casa, resultó difícil. Todo lo que comparta información de manera independiente al gobierno de China está prohibido: es un país de restricciones.
Nuestras mentes maestras de hackers consideraron contratar un VPN que nos diera acceso al internet al que estamos acostumbrados, pero el gasto no parecía justificado, así que aprovechamos los 10 minutos de prueba del servicio para hacer actualizaciones y nos volvimos expertos cazadores de IP: ¿un restaurante con wi-fi? 10 minutos de Facebook. ¿El wi-fi de un hotel nuevo? Otros 10 minutos de Google. O aprovechar que la cadena de hoteles Hastings, en una provincia perdida en China, utiliza la misma contraseña en todas sus sucursales y acomodarnos en una banqueta para medigar unos bits.
Veintitantos días después de haber aterrizado en China, nuestra lista de sitios y aplicaciones bloqueadas incluía Blogspot y Wordpress, Flickr, YouTube y Vimeo, Skype (se puede usar si el login se hizo fuera de China) e Instagram.
El caso de Tor es el que más me impresionó. Famoso por borrar las huellas digitales de quienes lo usan y el favorito para entrar a la deep web, fue nuestra segunda opción después de descartar el VPN. Toda una tarde investigamos cómo usarlo (por supuesto, todo lo que lleve a Tor está bloqueado), lo instalamos e intentamos conectarnos sin éxito; la muralla china ha sido capaz de bloquearlos incluso a ellos. Los hackers improvisados que somos desistimos de sortear el bloqueo.

Todo esto parecería el lloriqueo de un par de bobos que no pueden presumir en Facebook su viaje por Asia, pero no sólo es eso. Acostumbrados a un acceso casi ilimitado de internet, no tener a la mano algunas herramientas nos dio varios problemas. Primero, para nuestro sitio: no podíamos saber si se actualizaba ni si funcionaba bien, pero también nos hizo perder dinero y una reservación en un hotel que no pudimos localizar. Por último, la frustración de todos los días que intentábamos buscar datos de los lugares que queríamos visitar y que era imposible de ver porque están en blogs; incluso buscar soporte técnico o escuchar una canción en YouTube era inútil.
Con todo y que el bloqueo es de esta magnitud, es muy impresionante darse cuenta lo conectado que está el país. En todos los hoteles hay conexión de banda ancha y muchos espacios públicos, como parques y centros turísticos, tienen una red de wi-fi gratuita lista para que cualquiera con acceso a internet pueda disfrutar de ese servicio público. Eso sí, es necesario, aunque sea en un Starbucks, registrar un número telefónico para conectarse a la red.
A pesar de todo esto, para los chinos no es un tema de especial relevancia, pues parece no afectarlos de manera directa. Mientras las páginas extranjeras tardan mucho tiempo en cargar, las páginas locales son muy rápidas de navegar. Parecen considerarlo una cosa normal y no lo cuestionan, para ellos no es más que un reflejo del constante progreso por el que su país está atravesando.
En fin, sólo podemos pensar en una pregunta: ¿por qué invertir tanto esfuerzo en el bloqueo cibernético para mantener un control absoluto? No estoy muy segura, pero el gobierno mexicano tiene los ojos bien puestos en este tema.

Pharus, revista trimestral gratuita dirigida por el poeta y editor Jesús Rito, acompañado de un equipo de colaboradores de diferentes latitudes que emprenden un viaje escritural, visual y reflexivo a través de sus páginas

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Abas, el hombre" por Jessica Santiago Guzmán

Palabrería: “Recuérdame en alta mar” de Rafael Alberti. *

El locus amoenus y el locus terribilis de la poesía